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El festín durante COVID-19: El movimiento contra la trata debe dar un paso atrás

Hace unas dos semanas, a mediados de marzo, una de nuestras colegas recibió un mensaje de una periodista tailandésa que preguntaba: “¿Crees que las trabajadoras sexuales serán más vulnerables a la trata ahora que el gobierno de Tailandia ordenó el cierre de todos los lugares de entretenimiento?”. En nuestro grupo de WhatsApp de la oficina, bromeamos: “Bueno, esto (la conexión entre COVID-19 y la trata) no tomó mucho tiempo”.

Y teníamos razón. Desde entonces, hemos visto muchos artículos, blogs y comentarios sobre cómo la pandemia actual y sus consecuencias implicarán un mayor riesgo de trata y “esclavitud moderna”. Para ser claros: sin duda lo harán. No es necesario resumir las noticias de las que todas y todos somos tristemente conscientes, que muestran cómo la mayor parte de la fuerza de trabajo del mundo (básicamente, cualquiera que no tenga todo esto: computadora, casa y un contrato de trabajo que le permita trabajar desde su casa en dicha computadora - y/o ahorros) se queda sin sus ingresos regulares. O cómo la falta de ingresos y redes de seguridad social empujan a las personas a aceptar acuerdos laborales en condiciones de explotación.

Sin embargo, de alguna manera se siente poco sincero preocuparse por la trata de personas en este momento. Consideremos esta cita de un trabajador jornalero en India, publicada en The Guardian: “Si el Coronavirus no me mata, el hambre lo hará”. Una declaración simple y directa que es probablemente compartida por miles de millones de personas. ¿Qué podría ofrecer el abordaje contra la trata (o contra la “esclavitud moderna”) a este hombre? ¿Aumentar su conocimiento respecto de la trata de personas y la migración insegura? ¿Arrestar y procesar a un hombre que podría ofrecerle un trabajo que paga menos que el sueldo mínimo, pero que aún así paga algo? ¿O inscribirlo en un programa de capacitación que puede terminar algún día, pero no hoy, con una pequeña donación para comenzar su propio negocio? ¡Tengamos seriedad!

Vincular la interrupción generalizada de las vidas y los medios de vida con la trata de personas y la “esclavitud moderna” pareciera terriblemente oportunista y egoísta. Siembra la semilla para aumentar la financiación y los recursos precisamente para estos problemas una vez que la crisis inmediata haya terminado. En otras palabras, en el medio de la pandemia, algunos de los movimientos contra la trata se están preparando para el festín de las campañas de sensibilización, las iniciativas de migración segura, las conferencias con múltiples partes interesadas y los programas de rehabilitación que vendrán.

GAATW siempre ha venido exigiendo una perspectiva más abarcativa de la trata de personas - que tenga en cuenta cuestiones socioeconómicas estructurales más amplias. Ahora la crisis ha dejado al descubierto estas cuestiones de tal forma que son imposibles de ignorar:

  • Los servicios públicos y las redes de seguridad social, tales como la atención de salud, los beneficios de desempleo o las pensiones para personas adultas mayores, han sido diezmados por décadas de privatización y medidas de austeridad. Los hospitales de todo el mundo están superpoblados, el personal médico está sobrecargado de trabajo y los costos del tratamiento son muy altos para muchas personas, si no para la mayoría.
  • La gran mayoría de las personas a nivel mundial trabaja en empleos precarios, ya sea trabajo informal, trabajo por jornada o agricultura de subsistencia, sin contratos ni acceso a esquemas de apoyo social. Ahora que se les pide que se queden en casa o que se pongan en cuarentena, están luchando para llegar a fin de mes. Los pagos en efectivo ofrecidos por muchos gobiernos, aunque loables, son terriblemente inadecuados, ya sea el monto mensual de 1.200 dólares en los Estados Unidos, 5.000 baht en Tailandia o 3.000 rupias en la India.
  • Las mujeres continúan realizando la mayor parte del trabajo de cuidado no remunerado, como cocinar, limpiar, cuidar a niños y niñas y personas adultas mayores. Hemos escuchado de tantas colegas mujeres (y eso que son aquellas que tienen el privilegio de trabajar desde casa) que trabajan doblemente: su trabajo habitual desde casa y el cuidado de niños y niñas que no van a la escuela.
  • En relación con eso, también leímos en informes sobre un aumento de la violencia doméstica contra mujeres y niños y niñas por parte de hombres que están condicionados por el patriarcado a ser los "jefes" de la familia.
  • Las actitudes racistas y xenófobas hacia las personas migrantes están muy extendidas, ya que vemos sospechas y violencia hacia los y las migrantes asiáticos en Occidente, pero también, con el progreso de la enfermedad hacia el oeste, hacia personas caucásicas en Asia.
  • Niveles obscenos de desigualdad de ingresos donde los ricos están atravesando la tormenta en bunkers mientras los pobres viven en barrios marginales superpoblados, y los ricos se hacen el test de COVID-19 mientras que los pobres mueren en las calles. Con toda probabilidad, la mayor parte de los billones de dólares que los gobiernos están preparando para combatir el impacto económico de la pandemia irá a los CEO, CFO y accionistas de las empresas y no a los/as trabajadores, al igual que durante la crisis económica anterior.
  • La crisis climática puede haberse desacelerado debido al cierre generalizado de la actividad económica, pero es probable que regrese con fuerza una vez que la pandemia disminuya.

Todas estas cuestiones - la falta de servicios públicos y la falta de protecciones sociales, la precarización del trabajo, la violencia de género y la falta de reconocimiento del trabajo de cuidado no remunerado, el racismo y la xenofobia, la desigualdad económica y la crisis climática (¡entre otras!) - están bien documentadas en las investigaciones que ha llevado a cabo GAATW entre personas migrantes y objeto de trata. Pero también están ampliamente aceptadas como las causas estructurales de la trata de personas y la “esclavitud moderna”. Sin embargo, salvo en pocas excepciones, están visiblemente ausentes de los artículos, blogs y comentarios que vinculan COVID-19 con la trata.

En este momento, ampliamente visto como sin precedentes, el movimiento contra la trata necesita dar un paso atrás y, por una vez, no hacer de esto algo sobre la trata o la "esclavitud moderna". Instamos a nuestros amigos y amigas, colegas, hermanos y hermanas en el movimiento a unirse a otros movimientos feministas y de justicia social y exigir, ahora y después de esta crisis:

  • Servicios públicos accesibles y asequibles, como la atención de salud, el cuidado de niños/as y personas adultas mayores, y pisos de protección social para todas y todos, incluyendo las personas migrantes independientemente de su status legal. Estos servicios deberían estar bajo control público y ser financiados por medio de impuestos.
  • Cobro de impuestos progresivos para quienes más ganan, impuestos más altos a la propiedad, el fin de los incentivos fiscales para las corporaciones y los flujos financieros ilegales, el fin de la evasión de impuestos.
  • Introducción y aplicación de regulaciones laborales en todos los sectores económicos, aumento de las inversiones en inspecciones laborales y el fin de la represión sindical.
  • Castigo del discurso xenófobo hacia las personas migrantes, inclusive en los medios de comunicación y por parte quienes están en la política, y promoción de información precisa sobre las personas migrantes y la migración.
  • Reconocimiento, valoración y redistribución del trabajo de cuidado no remunerado, promoción de la igualdad de género y una cultura de no violencia.
  • Atención urgente a la crisis climática, inclusive a través de la desinversión de las industrias de combustibles fósiles y la inversión en economías verdes.

La lista de ninguna manera es exhaustiva. Nuestro punto es que la pandemia ha expuesto las fallas del modelo económico global, que favorece a los ricos, rechaza la regulación y los impuestos, y depende de mano de obra barata, controlable y pasible de ser explotada.

La crisis de salud pasará, y probablemente será seguida por una crisis económica. El movimiento contra la trata de personas necesita mirar más allá de su cómodo nicho y unirse a las crecientes demandas por un cambio de sistema. Cualquier otra cosa será en beneficio propio, como un festín durante COVID-19.